Primer día en el antiguo Inem

El mundo del desempleo es un mundo curioso; un ecosistema en el que algunos se desenvuelven como pez en el agua y otros sufren por desconocimiento. Este artículo es una hoja de ruta.

Cuando te quedas en paro empiezas una vida nueva: vida sin horarios de trabajo, sin interacciones con compañeros y sin nómina a fin de mes.

Entonces te dicen que «tienes que ir al INEM» y acudes a tu Oficina de Empleo más cercana, en la que inicias un proceso novedoso:

En primer lugar, al entrar en la oficina y preguntarte lo que deseas, posiblemente dirás «apuntarme al paro» y un/a funcionario/a te sentará a su mesa, recabará unos datos personales básicos y copiará otros de los documentos que lleves, como títulos formativos, vida laboral, etc. (¡Ojo! si no se te ha ocurrido llevar documentos justificativos, esa información quedará en blanco y será como si no hubieras estudiado nada ni trabajado nunca; es importante cubrir esos campos).

NOTA 1: Las siglas I.N.E.M. (Instituto Nacional de Empleo) desaparecieron en el año 2003. Desde entonces este Organismo se llama S.E.P.E (Servicio Público de Empleo Estatal); lo curioso es que nadie utiliza la «nueva» denominación…

A continuación te preguntarán en qué ocupaciones quieres anotarte. Probablemente nunca habías oído el término «ocupaciones», ni sabes que éstas son las que aparecen en la denominada «Clasificación Nacional de Ocupaciones» (o CNO).

NOTA 2: En la página web del Instituto Nacional de Estadística aparece la siguiente información sobre la Clasificación Nacional de Ocupaciones:

«Los criterios de clasificación utilizados son el tipo de trabajo realizado y las competencias. Se entiende por competencias la capacidad para desempeñar las tareas inherentes a un empleo determinado, para lo cual se tienen en cuenta dos puntos vista: el nivel y la especialización de las competencias (…) El objetivo de esta clasificación es garantizar el tratamiento uniforme de los datos estadísticos sobre ocupaciones en el ámbito nacional y su comparabilidad internacional y comunitaria.

Estas ocupaciones configuran un listado de alrededor de 700 entradas, agrupadas en diferentes epígrafes. Por cierto, cuando pregunto a algún usuario de orientación laboral en qué quiere o busca trabajar y me contesta «en cualquier cosa», me quedo pensando en estas SETECIENTAS ocupaciones y en que un poco de concreción no le vendría mal…

Pues bien, de las 700 ocupaciones tienes que elegir entre 1 y 6 para que aparezcan en tu demanda de empleo; seguramente la persona que te atiende anotará alguna de las 15 ó 20 que suele manejar.

NOTA 3: la «demanda de empleo» es el documento con tus datos que queda recogido en el sistema informático del Servicio Público de Empleo. En Galicia, es necesario renovar esa demanda de empleo cada tres meses para que no caiga de baja; es lo que coloquialmente denominamos «pasar la revista». Para ello te darán un papel del tamaño de medio folio que deberás ir sellando en las fechas asignadas.

¿Anotarte en esas 6 ocupaciones te garantiza conseguir un empleo? No lo dudes, la respuesta es NO. Pero aquí entraríamos en un debate muy interesante sobre por qué las ofertas de trabajo que se canalizan a través de las Oficinas de Empleo son tan escasas y, normalmente, poco cualificadas.

Ahora ya estás «apuntado en el paro» y podrás pasar al siguiente escalón: intentar «cobrar el paro», que constituye un proceso nuevo y distinto.

NOTA 4: ¿Sabías que en las Oficinas de Empleo conviven dos Organismos diferentes: uno es el Servicio Público de Empleo de Galicia (SPEG), que pertenece a la Xunta de Galicia y se encarga de gestionar las «Políticas activas de Empleo», competencias transferidas a las Comunidades Autónomas por parte del Gobierno Central, como son la inscripción de demandantes de empleo, la formación ocupacional (muchas personas todavía los denominan «cursillos»), la intermediación laboral (ofertas de empleo) y la orientación laboral (ayudar a las personas desempleadas a identificar áreas de mejora en su búsqueda de trabajo).

El otro Organismo es el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) que, como su nombre indica, es de ámbito estatal. Su función es tramitar las denominadas «prestaciones y subsididos de desempleo», o sea, «el paro».

Para saber si tienes o no derecho a una prestación deberás pedir una cita previa en los teléfonos o la página web del SEPE y acudir el día y hora adjudicados a tu Oficina de Empleo. Los funcionarios del SEPE te darán toda la información y tramitarán, en su caso, la prestación correspondiente.

Ahora ya eres miembro de pleno derecho de este colectivo del que todos quieren salir cuanto antes… ¿o no?… De esto hablaremos otro día.

Este artículo salió publicado en «La Región» el 07/05/2019:

https://www.laregion.es/articulo/economia/primer-dia-viejo-inem/20190508105148870500.html

Círculo de influencia

Alrededor de la búsqueda de empleo hay muchos conceptos y frases hechas que se repiten hasta la saciedad, se repiten hasta que la persona desempleada acaba convencida de que son ciertas. Frases repetidas como «no trabajo porque no me aparece nada», «no trabajo porque no me llaman» «no trabajo porque no hay ofertas»…

Como vemos, se trata de planteamientos pasivos, evasivos; la culpa siempre la tiene alguien externo: la crisis, la Oficina de Empleo, el enchufismo, las empresas, los políticos, etc.

Pensando en esto recordé un concepto acuñado por Stephen Covey en su famoso libro «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva» (Edt. Paidós, 1990); se trata de la diferenciación entre Círculo de influencia y Círculo de preocupación:

«Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones – dice Covey – : la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública, la guerra nuclear… Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o emocional, creando un círculo de preocupación«.

Es evidente que no tenemos ningún control sobre algunas cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación (la deuda pública, la guerra nuclear, nuestra edad cada vez más avanzada…), pero no es menos cierto que hay otras sobre las que sí podemos hacer algo: a esto le llama Covey círculo de influencia y en él se centran las personas proactivas.

¿Podemos aplicar esto a la búsqueda de empleo? Sin duda que sí. Es totalmente inútil dedicar tiempo y esfuerzo mental a pensar en cosas que nos afectan pero sobre las que no tenemos ningún control, como la crisis económica, nuestra edad o el número de empresas que hay en nuestro municipio. Pero ¿podemos hacer algo para aumentar nuestras oportunidades laborales? ¿qué cosas podemos cambiar para conseguirlo? Ahí es donde nos tenemos que centrar y dedicar tiempo y esfuerzo, tomar la iniciativa y actuar.

Para ello echamos mano de un concepto básico, proactividad, del que también habla Covey: «La proactividad no significa sólo tomar la iniciativa, sino asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan; decidir en cada momento lo que queremos hacer y cómo lo vamos a hacer».

El quid de la cuestión no está en que alguien nos llame o en que «se nos aparezca» un trabajo; lo que da resultados es que tomemos la iniciativa, actuando sobre todas las cuestiones que estén dentro de nuestro círculo de influencia. ¿O acaso no podríamos mejorar nuestro CV para hacerlo más atractivo, o hacer un listado de empresas de nuestra zona a las que visitar, o mejorar nuestra formación realizando algún curso, o replantearnos nuestra disponibilidad para trasladarnos a trabajar a otra ciudad?

Pongámonos a nosotros/as mismos/as en el centro de las decisiones y las acciones.

Parafraseando al Presidente Kennedy: «No pienses qué puede hacer la empresa por tí, sino qué puedes hacer tú por la empresa». Adoptar ese punto de vista de cara a la búsqueda de empleo nos hará cambiar nuestra actitud y esto supondrá un antes y un después en nuestras posibilidades de éxito. Recordemos que la actitud es algo contagioso: si nos sentimos eufóricos transmitimos euforia; si nos sentimos desmotivados, enfadados o tristes, eso mismo será lo que transmitiremos a las personas con las que vayamos a interactuar. Y esto es especialmente así en las entrevistas de trabajo; más aún, esto se trasmite incluso en nuestro Curriculum.

Intentemos abordar la búsqueda de empleo desde una visión optimista, desde una visión proactiva. De nada nos servirá repetirnos hasta la saciedad que no hay oportunidades para nosotros/as; sólo nos salvará nuestra capacidad para identificar qué hay dentro de nuestro «círculo de influencia» y descartar todo aquéllo que quede fuera de él: no perdamos el tiempo con pensamientos negativos sobre situaciones en las que no podemos influir y seamos proactivos sobre todo aquello que podamos cambiar gracias a nuestro esfuerzo.

NOTA: Este artículo fue publicado en el periódico «La Región» de Ourense el pasado 9 de Abril.:

https://www.laregion.es/articulo/ourense/circulo-de-influencia/20190409105956864951.html

Desempleado terminal

Dice la Wikipedia que «enfermo terminal es un término médico que indica que una enfermedad no puede ser curada o tratada de manera adecuada, y se espera como resultado la muerte del paciente dentro de un período corto de tiempo«.

Ayer pensaba en esto cuando atendía a uno de los desempleados que vino a su primera cita de orientación laboral conmigo; se trataba de un hombre de 54 años, albañil de profesión, con estudios primarios incompletos, competencias digitales nulas (nunca había utilizado un ordenador) y en paro desde hacía 5 años. ¿Opciones?…

(Casi siempre disfruto de mi trabajo como orientadora, pero cuando me llegan casos como éste tengo que esforzarme para no caer en la desesperanza; y estos casos llegan a menudo).

¿Qué tipo de Itinerario de inserción laboral puedo diseñar para ayudar a estas personas?: ¿realizar algún curso de reciclaje – entre 3 y 6 meses -? ¿intentar que lo admitan en un taller de empleo – 6 ó 9 meses de trabajo remunerado -? ¿asesorarlo sobre los pasos a seguir para solicitar algún tipo de prestación – primero de desempleo… luego de tipo social…-?

Todo esto me suena a «parche», a cuidados paliativos.

Creo que hay una bolsa de desempleados que pueden calificarse como «desempleados terminales»: personas mayores de 45 – 50 años, sin formación, sin competencias digitales, en paro desde hace demasiado tiempo, sin ingresos o percibiendo subsidios precarios o trabajando en la economía sumergida para sobrevivir; personas sin motivación y sin esperanza.

Tal vez mi objetivo como orientadora en estos casos no sea que encuentren un trabajo; tal vez yo sea el «cuidado paliativo» que necesitan en este momento: una persona con quien hablar, una persona que les escuche, que entretenga su tiempo de «espera»… Pero esto no es rentable en términos de país.

Y se me ha ocurrido abrir desde aquí una «lluvia de ideas» que arrojen algo de luz sobre el tema: ¿Realmente estas personas podrían salir de su situación «terminal»? ¿Qué acciones podrían llevarse a cabo con ellas?

Soy toda oídos. Gracias.

Cifras

Cada día nos desayunamos con cifras: cifras de temperaturas mínimas y máximas, cifras de mujeres maltratadas (maldita cifra), cifras de resultados electorales aquí y allá… y cifras de paro registrado.

No cabe duda que estas últimas cifras están mejorando y no seré yo quien las critique en base a la duración demasiado corta de los contratos, pues pienso sinceramente que un contrato de un día es mejor que un no-contrato; sin embargo, como profesional de la orientación laboral ejerciendo actualmente en el Servicio Público de Empleo de Galicia, cada día veo personas que siguen y seguirán formando parte de esas cifras per secula seculorum.

Las razones son varias: no cabe duda que hay personas anotadas en el SPEG que no buscan trabajo, bien porque ya cobran una prestación que les cubre su nivel de subsistencia, porque tienen cargas familiares que les impiden cumplir un horario de trabajo o sencillamente porque alguien les dijo en su día que se apuntaran para conseguir descuentos en el transporte público, en los Museos o vaya Vd. a saber por qué más.

Pero muchas otras necesitan trabajar y la cárcel de las cifras del paro tiene barrotes muy gruesos; son barrotes llamados falta de formación básica, falta de habilidades de comunicación, falta de confianza y, muchas veces, superbarrotes llamados “trámites administrativos para conseguir un empleo”.

Esta mañana vino por la Oficina de Empleo una mujer de más de 50, sin el Graduado Escolar, con una larga trayectoria profesional de atención a personas dependientes pero sin un solo contrato laboral para acreditarla. Vino a verme porque «resulta que ahora me exigen un Certificado de Profesionalidad para poder trabajar»; venía contenta, convencida de que era pan comido. Pero ella no sabía que para conseguirlo primero tendrá que examinarse de las llamadas “competencias clave”, esperando primero a que ese examen se convoque, se realice y se corrija; y tendrá que aprobar; y luego dedicar cuatro meses a realizar un curso que le otorgue dicho Certificado, siempre y cuando ese curso se programe en su zona de residencia y sea seleccionada para realizarlo…

Y se echó a llorar.

Pedirle a una persona que NECESITA trabajar que dedique 6, 9 ó 12 meses a los trámites necesarios para la obtención de un documento que le habilite para su profesión (que por otro lado es la que ha desempeñado toda su vida) es pedir mucho, quizá es pedir demasiado. Los orientadores laborales informamos, a veces aconsejamos, otras veces nos implicamos y muchas, muchas veces, vemos personas que son “engullidas” por el sistema, personas que seguirán engrosando, sin remedio, las cifras del paro y de la economía sumergida.

Los viejos rockeros nunca mueren

Ya lo decía Miguel Ríos. Y estoy de acuerdo. Puede aplicarse a muchas cosas y en este caso me lo aplico a mí misma.

Estos días tengo la sensación de estar cerrando una etapa; no ha durado mucho, apenas 14 meses, pero ha sido muy intensa. Cuando el año pasado recibí la llamada de la Fundación Santa María la Real para incorporarme al Programa “Lanzaderas de empleo” se abrió una ventana: aire fresco y nuevos paisajes. La experiencia no me decepcionó; todo lo contrario: ha sido una oportunidad de desarrollo, me ha permitido conocer a personas interesantes y entrañables y demostrarme, una vez más, que soy capaz de desarrollar con éxito proyectos complejos.

Estos días me siento triste al cerrar esa ventana (¿para siempre? tal vez no), pero tengo muchas ganas de seguir adelante. Hay personas que a mi edad piensan ya en la jubilación que se acerca, pero no es mi caso: a mí me encanta lo que hago. Recuerdo mi primera experiencia laboral, cuando acababa de salir del IESE queriendo comerme el mundo (23 años) y aterricé en una pequeña organización donde aprendí de verdad lo que eran los Recursos Humanos; luego desarrollé mi proyecto emprendedor en una época en la que no sé siquiera si el término “emprendedor” aparecía en el Diccionario; más tarde llegó el famoso “reinventarse” y descubrí el mundo de los Programas de empleo y la formación. Y todo ese tiempo “conciliando”, palabra que no sé si existía pero que desde luego nadie citaba. A lo tonto llevo más de 30 años en esto…

¿Qué ventana se abrirá ahora? Me apetece que se abra pronto; me apetece que se abra mucho; me apetece seguir aprendiendo y aportando. Seguramente soy una “vieja rockera”.

Capicúa y joven

Llevo varias semanas dándole vueltas a que este domingo cumplo 55. Nunca me ha preocupado especialmente la edad, pero este año, por aquello del número tan redondo y porque al entrar en la página web de Paradores encontré ofertas para mí, entré en barrena y pensé “lo siguiente será la Tarjeta Dorada de RENFE”… Así pues, me convencí de que, irremediablemente, ya no soy joven.

Sin embargo, hoy leí una publicación de  Andrés Ortega (http://andres-ortega.com/millennial-la-actitud-que-impulsa-el-cambio/) en la que define “millenial” (que es un “palabro” asociado a los jóvenes profesionales) como una actitud que se plasma en:

  • Personas que conjugan los verbos colaborar y compartir; que desarrollan relaciones afianzadas en el “ganar-ganar”, que viven en primera persona la colaboración, por encima de todos los procesos organizativos que en ocasiones limitan la cultura “Co”.
  • Profesionales preocupados por su mejora continua, por vivir en beta. Personas que entienden que sus conocimientos hoy pueden ser insuficientes mañana para generar valor en la compañía en la que trabajan.
  • Inconformistas, disruptivos, rebeldes con una causa:cuestionar lo pre-establecido para mejorarlo. Comprometidos con la necesidad de evolucionar el marco organizativo en el que viven, siempre para mejorarlo.
  • Personas con una mentalidad abierta, que incorporan nuevas ideas, que saben no estar en posesión de la verdad absoluta y abrazan la divergencia.
  • Profesionales que necesitan saber cómo han hecho su trabajo de forma constante e inmediataque se resisten a conformarse con la evaluación del desempeño a mitad de año, porque saben que un feedback inmediato les permitirá mejorar su trabajo a diario.
  • Personas en constante búsqueda de nuevos retos, a quienes la monotonía les aliena. Profesionales que encuentran en los desafíos la mayor de las motivaciones.
  • Profesionales que emprenden e intra-emprenden; que lanzan ideas, que las mueven, que buscan alianzas para llevarlas a cabo; que asumen el riesgo de ser estigmatizados por ir contra-corriente.
  • Versátiles, multitarea, personas que necesitan ocupar sus manos y su mente en actividades diversasporque la monotonía les encorseta su capacidad creativa.
  • Personas que integran la tecnología– la que corresponda en cada momento – para saciar su curiosidad, para acceder al conocimiento necesario, para crecer y generar valor en su organización.
  • Personas que necesitan libertad y movilidad (tecnológica y mental) para ser productivos y eficientes.Profesionales que buscan el equilibrio entre la generación de valor para su empresa y su auto-realización comprometiéndose con otras causas.

 La verdad es que me he identificado mucho con casi todas.

¿Será que a pesar de los 55 sigo siendo joven?. Pues hoy pienso que sí: capicúa, joven y con descuento en Paradores.

Recursos Humanos en vivo y en directo

Cuando miro atrás, veo que llevo toda la vida (profesional) dedicada a los Recursos Humanos de una u otra manera; he trabajado en Selección, en Formación, en Emprendimiento, en Orientación… Sin embargo, hasta esta semana no había experimentado en primera persona lo que se siente cuando una Organización te acoge como uno más de la familia. Y no es que me falten recuerdos muy gratos de mi paso por algunas empresas ni de mi relación con muchas otras, que conste.

El domingo pasado llegué a la “Posada real” de Aguilar de Campoo ya de noche, para iniciar cinco días de formación en la Fundación Santa María la Real junto a otros 12 nuevos compañeros y compañeras. Hasta ahí todo normal. Pero resulta que cuando salgo de allí el viernes siguiente a media tarde me cuesta despedirme de todos y tardo en decidirme a entrar en el coche y arrancar.

¿Qué ha pasado esta semana? Pues que he vivido un Plan de acogida de Recursos Humanos en vivo y en directo. De libro, pero en la práctica. Felicidades, de verdad, a ese equipo directivo de la Fundación que ha conseguido crear sentimiento de pertenencia a la Organización en sólo cinco días; había leído cosas muy interesantes al respecto, pero no lo había visto nunca, en 30 años de experiencia profesional.

No busques trabajo, busca clientes

Hace tiempo que me dí cuenta de que el trabajo para toda la vida ya no existe. La verdad es que me dí cuenta casi al mismo tiempo que empecé a trabajar, hace ya casi 30 años. Por lo que el tema no es nuevo.
Cuando en alguna conversación de café me atrevo a asegurar aquello de “yo nunca he querido ser funcionaria”, todos me miran raro; pero lo cierto es que lo siento así.
Me declaro emprendedora de corazón, no sólo porque dirigí exitosamente una empresa propia durante 14 años y fracasé estrepitosamente en otra que no duró ni 6 meses. Me declaro emprendedora de corazón porque me gusta trabajar para clientes distintos, porque disfruto conociendo personas nuevas en cada proyecto y me pongo nerviosa el primer día de cada curso nuevo, aunque lleve impartidas más de 1.000 horas de formación.
Debo de ser un poco rara.
Acabo de terminar mi último trabajo y ayer me enteré que la situación de China nos puede traer problemas; pensé “vaya, alomejor no habría sido tan malo aprobar una Oposición”, pero fue sólo un momento…
Es cierto que fuera del confortable (¿?) interior de la Administración ya no hay trabajos para toda la vida. Pero un trabajo + otro trabajo + otro trabajo + …. hacen que al final puedas sentirte cómoda con tu vida profesional, y eso vale mucho.
Conseguir ese sumatorio es complicado; hay que estar continuamente alerta, buscando oportunidades, aceptando proyectos que no siempre son cómodos, pero si tienes claro el objetivo el resultado vale la pena.
Yo nunca busco trabajo; yo siempre busco clientes a los que poder ofrecer algo que pueda interesarles. Creo que si nos planteamos la búsqueda de trabajo, de nuevas experiencias profesionales, como una venta de lo que sabemos hacer y estamos convencidos de que nuestro “saber hacer” le será útil a alguien, al final iremos construyendo un sumatorio satisfactorio.
A las puertas de Septiembre, mi mensaje para el nuevo curso es: Construye tu propio “saber hacer” y, sobre todo, “NO BUSQUES TRABAJO. BUSCA CLIENTES”
¡Suerte a todos/as!